La libertad cristiana

La justificación por la fe

Pedro Puigvert

 

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Lectura Gálatas 2:15-21
Gál 2:15 Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles,
Gál 2:16 sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.
Gál 2:17 Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera.
Gál 2:18 Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago.
Gál 2:19 Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.
Gál 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Gál 2:21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

Supongo que entendemos todos que este pasaje no se puede tomar de manera aislada y elaborar de forma completa la doctrina de la justificación por la fe. Sin embargo, el tema central, por la cantidad de veces que aparece la palabra justificación es sin duda éste. Por eso debemos exponer el significado de este texto tomando en consideración los versículos precedentes relativos al episodio nada agradable de Antioquía. La mención de este incidente lleva a Pablo a afirmar que tanto judíos como gentiles se justifican por la fe en Cristo y no por las obras de la ley. Resulta difícil delimitar en qué punto termina la recriminación de Pablo a Pedro y cuándo comienza la exposición del principio de la justificación por la fe. Nosotros lo hemos puesto a partir del v. 15, el cual junto con el v. 16 hace justicia al hecho de presentar la justificación como el cumplimiento de la promesa hecha a Abraham, siendo así el clímax de la historia de la salvación.

  1. La necesidad de la justificación por la fe. (vv. 15-17)
    El término justificación no tiene el sentido que le damos corrientemente cuando alguien pretende probar una cosa con razones, testigos o documentos. Aquí se trata de una obra de Dios para con su pueblo que se manifiesta ante el pecado de la humanidad, no ejerciendo su ira, sino que a pesar de la actitud rebelde del hombre, hace prevalecer su salvación y soberanía en un acto judicial en el que declara justo al pecador arrepentido en base a la obra de Cristo en la cruz que ha pagado la condena a su favor, si ejerce la fe en él. El equivalente moderno de justificación sería amnistía. ¿Por qué es necesaria?

    1. Todos los hombres somos pecadores (vv.. 15,17a).
      El "nosotros", los judíos de nacimiento,   es enfático y se   diferencia del "ellos", los gentiles. Como judíos   se consideraban justos, así debemos entender "no pecadores" porque estaban dentro del pacto de Dios con Israel, mientras los gentiles al estar fuera eran pecadores, desde el punto de vista de un judío que consideraba la moralidad pagana una aberración. Pero la posición actual del "nosotros" (Pablo, Pedro y Bernabé) es diferente de la que tenían cuando estaban bajo la ley. En aquel tiempo, la ley constituía una barrera entre ellos y los gentiles, sin embargo, ahora que Pablo, Pedro y Bernabé han abrazado el camino de la fe en Cristo, la barrera ha caído y todos somos iguales en relación al pecado y al acceso a la gracia de Dios. Así, pues, cuando ellos dejan de ver la ley como un camino de justificación se sitúan en el mismo nivel de los pecadores gentiles y son hallados pecadores. Cuando muchos de nosotros fuimos incluidos en la membresía de una iglesia mediante un rito, creíamos que éramos cristianos y que si estábamos en ella teníamos garantizada nuestra salvación, hasta que descubrimos como Pablo que éramos pecadores y que si queríamos ser salvos debíamos acogernos a la gracia de Dios en Cristo.

    2. Todos los hombres somos inculpados por la ley (v. 16).
      Las obras de la ley son las acciones prescritas por la ley por las que ningún ser humano puede ser declarado  justo por Dios aunque pudiera cumplirla (Sal. 143:2). Estas obras no son reprobables en sí mismas, ya que la ley de Dios es "santa y justa y buena"(Ro. 7:12). Lo que resulta reprobable es su ejecución en un espíritu legalista en el sentido de que el cumplimiento logrará la aprobación divina. Pablo repite tres veces la frase "las obras de la ley", una expresión que vendría a significar el esfuerzo supremo de la religión y la moralidad humanas para llegar hasta Dios. Si alguien conocía bien este asunto era Pablo, pues su pasado precristiano había sido una actividad constante en querer justificarse ante Dios por las obras de la ley, pero ahora había descubierto que esto era imposible, ya que el único camino de salvación era ser declarado justo por Dios sin merecerlo, por la fe en Cristo. Entonces, ¿cuál es el papel de la ley? ¿Para qué sirve? El término ley puede tener varios sentidos según el lugar en que encuentra. Aquí se refiere a la ley de Dios que tiene la función de señalar nuestra imposibilidad de cumplirla y, por tanto, nos condena. Actúa de tal manera que nos empuja hasta la cruz de Cristo para que viendo nuestra impotencia nos acojamos a la gracia de Dios manifestada en su obra redentora, y por la fe que nos es dada, recibamos la salvación siendo justificados.

    3. ¿Es Cristo ministro de pecado? (y. 17).
      Cuando los judíos u otros que observan la ley dejan de verla como base para su justificación y descubren en su lugar la justificación de Cristo, se sitúan en el nivel de los pecadores gentiles. Con esto aumentaría el número de pecadores y ante una posible objeción de que en este caso Cristo se convertiría en un servidor (diakonos) de pecado, Pablo responde tajante: en ninguna manera. ¿Por qué? Simplemente por el hecho de que el evangelio de la justificación por fe, superior a la ley, no les convertía en pecadores, sino que revelaba que eran pecadores. El evangelio no aumentó el número de pecadores, esto lo hacía la ley (3:19) y por tanto Cristo no era en modo alguno agente de pecado.

  2. Los resultados de la justificación vv. 18-19).

    1. El peligro de volver atrás (v.18).
      Cualquiera que después de haber sido justificado por la fe en Cristo, sustituye a Cristo por la ley, es decir, "las cosas que destruí, las vuelvo a edificar", se hace de nuevo pecador y Cristo no puede ser responsable de ello. Si la ley estaba vigente como camino de salvación, como les hacían creer a los gálatas, aquellos que buscaban la salvación fuera de Cristo eran transgresores, pues permanecían en sus pecados. Si buscaban su justificación sometiéndose a la circuncisión, Cristo no les aprovecharía de nada (5:2).

    2. Muertos para la ley, vivos para Dios (v. 19).
      La transgresión, supone una ley que hay que transgredir y el pecado es una forma de transgresión. Pero esta posibilidad queda excluida por aquel que ha muerto a la ley. Los judeocristianos habían vivido bajo la ley y ahora habían muerto a ella; sería absurdo situarse de nuevo bajo la ley. Pero aún más absurdo era que los cristianos gentiles, como los gálatas, que no habían conocido la ley se vincularan a ella. Estar bajo la ley es estar expuesto al poder del pecado, así pues, morir a la ley es vivir para Dios, como Pablo descubrió en el camino a Damasco.

  3. Las consecuencias de la justificación (vv.20-21).
    Como una continuación a la idea expresada en el v. anterior, Pablo dice que quienes ponen su fe en Cristo están estrechamente unidos a él, tanto que su experiencia se convierte en la de ellos; comparten la muerte a la ley y su resurrección a la nueva vida. De hecho esta nueva vida en Cristo no es otra cosa que el Cristo resucitado viviendo en el creyente. Su vida en la carne, aquí no tiene sentido doctrinal, sino que se refiere al cuerpo mortal. Sin embargo, se produce una tensión en la vida del cuerpo con la vida en Cristo debido a que ésta ya es el comienzo de la era venidera, mientras que la vida mortal todavía no ha terminado. Todo esto es posible porque el Hijo de Dios ha actuado en dos aspectos estrechamente unidos: El amor y la entrega.

Conclusión. Los judaizantes rechazaban la gracia de Dios, por eso Pablo señala que si por la ley fuese posible justificarse la muerte de Cristo sería innecesaria. Pero Cristo no murió en vano, por eso la justicia (condición de justo que Dios concede al creyente) no se alcanza mediante la ley, sino por la fe.


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