Sermones: Los atributos de Dios

La Gracia, la Misericordia y el Amor de Dios

Pedro Puigvert

 

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Por estas lecturas vemos como los tres atributos están relacionados entre sí y aún podríamos decir que el último que tratamos, la bondad de Dios, tiene cabida también por cuanto ya consideramos que estaba íntimamente ligado a su misericordia. En realidad no es algo nuevo que los atributos divinos estén estrechamente vinculados porque todos le pertenecen por igual y su ejercicio no es por separado sino que es la acción de un ser tripersonal que los ejecuta por igual de manera soberana. Pero para nuestra reflexión necesitamos examinarlos por separado, aunque la tarea de considerarlos en una sola predicación escapa de nuestra capacidad y reconozco que es una temeridad pretender abarcar los tres dada su importancia y trascendencia.

  1. La gracia de Dios (Ef. 1: 3-7)
    De momento nos limitaremos a la gracia redentora y después diremos algo de la "gracia común". Por tanto, empezamos señalando que es la perfección del carácter divino ejercida para con los elegidos o salvos. Esta gracia es ofrecida a todos los hombres, pero sólo es efectiva o actúa para los redimidos; en última instancia, pues, es sólo para los elegidos. En esto se distingue de la misericordia o gracia común, porque ésta es sobre todas las criaturas (Sal. 145:9). La gracia redentora es la única fuente de la cual emana la buena voluntad, el amor y la salvación de Dios para sus escogidos, siendo por tanto, una gracia especial. Así, la podemos definir como el favor soberano y salvador de Dios, ejercido en la concesión de bendiciones a los que no tienen mérito propio, y por las que no se les exige compensación alguna. Podríamos ir aún más lejos y decir que es el favor que Dios muestra no sólo a los que no tienen méritos en sí mismos, sino que además merecen la condenación eterna. La gracia no puede ser comprada, lograda ni ganada porque dejaría de ser gracia.

    1. Características de la gracia.
      La gracia divina tiene tres características pirincipales: En primer lugar, es eterna (2 Ti. 1:9). Fue ideada antes de ser empleada, propuesta antes de ser impartida. Está claro que no son las obras la fuente de salvación, pues Dios nos dio su propio propósito de gracia en Cristo antes de que hiciéramos obras, antes de que naciéramos y pudiéramos hacerlas, más aún, antes de la historia, antes del tiempo, en la eternidad. Nuestra elección por gracia surge de manera misteriosa del beneplácito divino. En segundo lugar, es gratuita (Ro. 3:24). Nosotros no tenemos el más pequeño atisbo de mérito para hacerlo valer como fundamento de nuestra justificación ya que ésta es por la justicia de Dios fundada sobre la redención que es en Cristo Jesús. En tercer lugar, es soberana (Ro. 5:21, He. 4.16). Si la gracia reina es que está en el trono, y el que ocupa el trono es soberano. Al ser un favor inmerecido sólo puede concederse de manera soberana y nadie tiene derecho a reclamarla a Dios. Por eso el hombre religioso tiene tantos problemas para reconocer que todo lo que hace no sirve de nada ante la gracia de Dios.

    2. Manifestación de la gracia (Jn. 1:17, Tit. 2:11).
      Ésta se manifiesta en el Señor Jesucristo, por él y a través de él. Esto no quiere decir que Dios no hubiera obrado con gracia con anterioridad a la venida de su Hijo al mundo, sino que la gracia y la verdad fueron reveladas plenamente y declaradas perfectamente cuando el redentor vino a esta tierra y murió por los suyos en la cruz del Calvario. Además esta gracia fue manifestada para salvación a todos los hombres, pero sólo los que creen en él son salvos.

    3. Proclamación de la gracia (Hch. 20:24).
      Ésta es proclamada en el evangelio que es "piedra de tropiezo" para el judío que se cree justo y "locura" para el griego henchido de sabiduría propia. La razón es que en el evangelio no hay nada que halague el orgullo humano al proclamar que podemos ser salvos únicamente por gracia. Declara que fuera de Cristo, el don inefable de la gracia de Dios, la condición de todo ser humano es terrible y sin esperanza, ya que le aguarda la condenación eterna. El evangelio considera a los descendientes de Adán como pecadores caídos, merecedores de las penas eternas del infierno. Su única esperanza es la gracia que proclama. Si el pecador persiste en su actitud de agarrarse a su propia justicia frente a la gracia divina, el lugar que le espera no es otro que el lago de fuego y azufre. Su única esperanza es presentar las manos vacías para asirse de la gracia de Dios que el evangelio le anuncia.

    4. Aplicación de la gracia (Zac. 12:10).
      La gracia de Dios se hace realidad en nosotros por medio del Espíritu Santo. El Padre es la fuente de toda gracia; el Hijo es el único canal por la que fluye; el evangelio es el promulgador; el Espíritu es el dador o aplicador al usar el evangelio con poder salvador vivificando a los elegidos cuando están muertos, conquistando sus voluntades, ablandando sus corazones, abriendo sus ojos y limpiándoles de la lepra del pecado.

  2. La misericordia de Dios (Sal. 136:1).
    Ya nos hemos referido a ella como la "gracia común" a favor de todos los hombres y en la anterior exposición como un aspecto casi sinónimo de la bondad de Dios. Como no vamos a repetir lo que dijimos, lo que nos interesa conocer  es la diferencia entre gracia y misericordia. Ésta nace de la bondad de Dios, siendo su primera consecuencia su benignidad o merced, por la cual da liberalmente a sus criaturas el ser y la vida. La segunda consecuencia es su misericordia, la cual denota su inclinación a aliviar la miseria de las criaturas caídas y presupone la existencia del pecado. Necesitamos hacer una distinción triple si queremos comprender bien este tema.

    1. Una misericordia general (Sal. 145:9). Ésta es la que se extiende, no sólo a todos los hombres creyentes y no creyentes, sino también a la creación entera. Dios tiene compasión de la creación irracional en sus necesidades y las suple con la previsión adecuada (Hch. 17:25).

    2. Una misericordia especial (Mt. 5:45). Ésta es la que Dios ejerce en los hijos de los hombres, ayudándoles y socorriéndoles a pesar de sus pecados. A todos Dios les da lo que necesitan para vivir en este mundo: el sol y la lluvia sin distinción, juntamente con todolo demás. Pero esta misericordia es temporal porque se limita a la vida presente.

    3. Una misericordia soberana (Ro. 9:15). Ésta es la que hemos estado considerando y llamamos gracia, la cual está reservada para los herederos de la salvación y como hemos visto no es temporal sino eterna.

  3. El amor de Dios (1 Jn. 4:7-11)Cuando la Biblia quiere expresar la naturaleza de Dios lo hace de tres maneras: a) Dios es Espíritu (Jn. 4.24). Como en el griego no hay artículo indeterminado no se puede decir "Dios es un espíritu", b) Dios es luz (1 Jn. 1:5) en oposición a las tinieblas, c) Dios es amor. La ola de emocionalismo que nos invade ha hecho de este atributo una especie de debilidad afectuosa, una especie de indulgencia cariñosa, reduciéndolo a un sentimiento enfermizo, copiado de las emociones humanas. Para conocer mejor lo que el amor de Dios vamos a ver sus características principales.

    1. Es un amor esencial (Dt. 7:7-8). Con esencial o intrínseco queremos decir que no hay nada en nosotros que pueda provocar, atraer o impulsar su amor. El amor de Dios es gratuito, espontáneo e inmotivado. La única razón reside en su voluntad soberana (1 Jn. 4:19).

    2. Es un amor eterno (Jer. 31:3). No puede ser de otra manera porque él es eterno. Es algo grandioso que Dios nos haya amado antes de que existieran el cielo y la tierra que se escapa de nuestra compresión. Y cuando esto sucede, lo que debemos hacer es adorar.

    3. Es un amor soberano (Ro. 9:13). Como Dios es soberano no está obligado pararon nadie y nada le influye; obra como le gusta o como quiere de acuerdo a su voluntad.

    4. Es un amor infinito (Ef. 2:4). Aquí "su gran amor" es sinónimo de "de tal manera".Es un amor sobresaliente que no puede ser calculado porque sobrepasa todo entendimiento.

    5. Es un amor inmutable (Ro. 8:39). No está sujeto a cambios de carácter o vicisitudes de ningún tipo.  

    6. Es un amor santo (He. 12:6). No cierra los ojos al pecado, ni siquiera el de sus hijos. Su amor es puro sin mezcla de sentimentalismo sensiblero.

Conclusión. Estos tres atributos divinos nos llena de confianza en Dios. Solamente por la gracia de Dios podemos mantenernos firmes, sabiendo que la salvación que hemos recibido de él es eterna, nuestro pecado ha sido cubierto según sus insondables riquezas en Cristo Jesús de cuya cruz brota su favor inmerecido. Es por la misericordia de Dios hacia su pueblo  que nuestros pensamientos se elevan hasta los cielos (Sal. 103:11), porque ella es la que nos conserva, sostiene, perdona y provee, ya que nuestro Dios es el Padre de misericordias (2 Co. 1:3). Y qué diremos del amor de Dios que excede a todo conocimiento, manifestado en Cristo. La muerte de Cristo es la demostración más palpable de este amor hacia nosotros (Jn. 3:16). Si alguna vez dudamos del amor de Dios, volvamos nuestra mirada al Calvario y allí lo veremos expresado de manera inefable. Nuestro cántico bien podría ser este:



Dios mío, cuando pienso en las mercedes
Que tu bondad sin par me prodigó,
Mi espíritu se enciende en alabanzas,
En gratitud y amor.   

 

 


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