Peligros en la escuela

Raquel Berrocal

 

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Con el título del tema, "Peligros en la escuela" no voy a referirme al peligro para la integridad física de los profesores, que existe sobre todo en los centros situados en las grandes ciudades y en determinadas zonas socialmente conflictivas, pero que en el entorno rural no corre peligro más que "lo normal"; es decir, continuas faltas de respeto, insultos puntuales o alguna amenaza. La situación en los pueblos aún recuerda que ciertas figuras –el cura, el médico, el maestro– son respetables.  Considerar "peligros" los que se detallan en el enunciado del tema, pues, nos hace preguntarnos para quién lo son:

  1. Para toda la sociedad, en cuanto que estas cosas (EpC, educación no sexista, etc.) son las herramientas de la tan traída y llevada "ingeniería social"; es decir, las herramientas que se utilizan para implantar la ideología que, desde arriba, se pretende imponer. Construir una sociedad nueva –la del futuro– pasa por la escuela. Según el proverbio oriental: "Si piensas en términos de un año, planta una semilla. Si piensas en términos de diez años, planta árboles. Si piensas en términos de cien años, educa a las personas". Y ello es bien sabido por quienes aplican toda la maquinaria legal para implementar ese cambio con una intencionalidad clara: dinamitar las bases de la cultura occidental, la herencia judeo-cristiana, como si de un nuevo Nerón se tratase, para construir después una torre de Babel de la que lo poco que vamos vislumbrando hasta ahora son elementos monstruosos e inhumanos.
    Peligro para la sociedad entera, pues, que despreocupadamente acepta todo lo que se le impone bajo la etiqueta del "progreso" y se encamina al abismo. El abismo es un modelo no sólo alejado de Dios y de las leyes de Dios, sino en abierta rebeldía contra la propia naturaleza de los hombres, de las mujeres, del matrimonio, de la familia, etc.


  2. Peligro para los creyentes, es decir, para nosotros y nuestras familias, porque nuestros hijos se sientan seis horas todos los días en una escuela que amplifica y repite estos mensajes.
    John Wesley (1703-1791) escribía a los creyentes: "¿Para qué fin enviáis a vuestros hijos a la escuela? Claro, muchos dirán: "Para que los preparen para vivir en el mundo". Y yo me pregunto: ¿A qué mundo os estáis refiriendo, a éste o al próximo? Quizá sólo estabais pensando en este mundo, y habías olvidado que hay otro mundo que ha de venir. ¡Y ése sí durará para siempre!" Me pregunto qué diría hoy si viese cómo las escuelas, sin casi ninguna oposición por parte de las familias, adoctrinan en el darwinismo, el humanismo, el ateísmo y el secularismo.

Ya en nuestros días, el conocido pastor y conferenciante y defensor de la familia bíblica Voddie Baucham lo entendía así: "Si continuamos enviando a nuestros hijos a que los eduque el César, tenemos que dejar de sorprendernos cuando vuelven a casa convertidos en romanos".

Es bien sabido que aquel que controla la escuela, controla el mundo. Antonio Poveda, presidente de la LGTB (Federación de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales) era bien consciente de ello cuando afirmaba, en el pasado Día del Orgullo Gay, bajo el lema "Por una escuela sin armarios", que España debía seguir avanzando en el avance de sus "derechos" y que "la lucha siguiente es la educación". La ministra de Igualdad, Bibiana Aído, ilustre filóloga, afirmaba en el mismo acto que "la escuela debe ser un espacio seguro para la diversidad, porque lo que se aprende de pequeños, se queda para siempre". Habrá que felicitarla por haber descubierto algo que los creyentes ya sabíamos hace tiempo: "Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo, no se apartará de él" (Pr. 22:6).

La situación de los profesores

Antes de tratar los temas, conviene fijar el escenario donde nos movemos: el sistema educativo establecido en la LOGSE y en la más reciente LOE, una edición remasterizada y digitalizada de la LOGSE, que destruye lo poco que aún quedaba en pie del sistema educativo español tras los estragos causados por aquella ley.

Se trata de un sistema en el que el fracaso escolar se mueve en torno al 50% del alumnado. Esto puede verse de manera práctica en cualquier grupo-clase que tomemos como modelo: en torno a la mitad de los alumnos trabajan y se esfuerzan mientras que el resto no suele entender lo que lee ni tiene el más mínimo interés por ninguna materia. Ello se refleja también en los resultados académicos. Las cifras oficiales, rondando el 30%, maquillan el fracaso estrepitoso de un sistema en el que la promoción por imperativo legal –es decir, pasar de curso con todas o gran parte de las asignaturas suspensas porque la ley no permite repetir más que una vez en cada ciclo de la ESO– disfraza de éxito el paso al curso siguiente de alumnos indisciplinados, perezosos y complacientes.

El profesorado se enfrenta, pues, a una misión cada día más imposible: la de ser protectores de la minoría. Mientras que en el pasado enseñaban a un grupo-clase más o menos homogéneo con la posible presencia de uno o dos elementos discordantes, ahora los elementos discordantes son mayoría, y la tarea del docente consiste en velar para que la minoría consiga aprender algo. El motivo de semejante panorama no está lejos de los padres de alumnos que "aparcan" en el instituto a sus hijos, a modo de guardería de adolescentes, preocupados sobremanera de tenerlos "recogidos" cierto número de horas al día pero a quienes les trae completamente al fresco si aprenden o dejan de aprender y jamás acuden a las insistentes llamadas de los tutores para tratar la marcha académica de sus hijos.

Las dificultades que nos encontramos para realizar nuestra tarea docente son muchas y variadas, pero las resumiremos en dos tipos:

  1. Dificultades del propio sistema educativo.
    1. Es un sistema que favorece al vago, al transgresor, al desobediente. Haga lo que haga, no se le puede echar de clase porque se le estaría privando de su derecho a la educación, aunque su conducta haga imposible que los demás alumnos disfruten de ese derecho. Los alumnos trabajadores terminan desanimándose al comprobar que los vándalos pasan de curso igualmente y continúan dificultando el normal desarrollo de las clases con total impunidad, dado que las trabas burocráticas para una expulsión breve son interminables.

    2. Se ha dicho con toda razón que podríamos matricular a una oveja en 1º de ESO y, unos años después, obtendría su título sin problemas. Después de repetir 1º y 2º curso, sin aprobar nunca ni una sola materia, y dada su actitud colaboradora y afable, podría entrar en el programa de Diversificación, donde cursaría 3º y 4º, obteniendo finalmente su título y, sin duda, un amplio dominio de las TIC, es decir, del ratón del ordenador.

    3. Los PCPIs (Programas de Cualificación Profesional Inicial), herederos de la antigua Garantía Social en la que los alumnos que no consiguieron titular recibían algo de formación básica –escribir su propio nombre sin faltas de ortografía y situar España en un mapa– y unas vagas nociones normalmente de mecánica o electrónica, incorporan este año como novedad el obsequio del título de Graduado en ESO al finalizar semejante programa de "estudios", exactamente igual que los alumnos que se han esforzado por aprobar todas las asignaturas hasta 4º de ESO. Esta forma de acabar con el fracaso escolar –regalando títulos– produce trabajadores del sector servicios que son incapaces de responder civilizadamente a los clientes o de escribir una factura sin patear al diccionario hasta dejarlo moribundo.

    4. Los psicólogos u orientadores son los directores de orquesta de todo el sistema. Además de constatar lo obvio a base de realizar tests tan numerosos como innecesarios y coordinar las tutorías aportando creativas maneras de perder el tiempo, su tarea se centra en proveer al resto de profesores de contundentes informes en los que cada uno debe consignar qué competencias no alcanzó el alumno, por qué no las alcanzó y qué medidas propone para que las alcance en el futuro. Es decir, ahogar cada suspenso en una burocracia de tal calibre que el profesor se vea tentado a aprobar al mayor número posible de alumnos para ahorrarse semejante tortura.
      Los ordenadores en las aulas, presentes en Comunidades como Extremadura y amenazando con extenderse al resto del país. La imposición, de espaldas al profesorado y en contra de los más elementales criterios pedagógicos, de mesas atornilladas al suelo para acomodar unos ordenadores inútiles que rara vez se utilizan y cuando se van a utilizar no funcionan provoca un sinnúmero de problemas técnicos y económicos en los centros. Así, las políticas educativas realizadas de cara a la galería invierten millones en tecnologías inútiles mientras aumentan las ratios y reducen plantilla hasta límites insospechados. No hay fondos para profesores que trabajen la comprensión lectora, que den apoyos y refuerzos, que desdoblen las clases de idiomas –cómo trabajar las destrezas orales en un aula donde los alumnos se sientan como sardinas en lata es uno de los misterios del universo–, pero sí los hay para dotar de ordenadores a quien no sabe manejar un lápiz.

    5. En definitiva, la tarea del profesor en los últimos años es comparable a la de un buen cocinero al que, poco a poco, se le ha ido arrebatando todo su menaje de cocina, hasta que hoy sólo le queda una única cacerola y un cuchillo sin punta. Por si fuera poco, además se le dice que ahora debe salir a cazar el pollo. El político progresista de turno, desde su magnífico despacho, se empeña en colocarle delante al robot de cocina más moderno del mercado, y la mayoría de los profesores, después de explicarle la inutilidad del cacharro, le rogaría cortésmente que saliese de la cocina y nos dejase trabajar. Y es que un buen cocido y una buena formación se parecen mucho.

    2. Dificultades por el derrumbamiento de la familia. 
    Salvo honrosas excepciones, el retrato de la familia típica de nuestros días, la que ha criado a la famosa "generación de la llave" – esos padres que proveen hasta el mínimo detalle las necesidades materiales de sus hijos pero que jamás se molestaron en educarlos ni en enseñarles, por ejemplo, la diferencia entre el bien y el mal– se encuentra magníficamente plasmado en 2ª Timoteo 3. El capítulo traza con pinceladas certeras el espíritu de nuestra época. De entre todas las características que se mencionan, sin duda dan en el clavo las que se aplican a una generación de jóvenes "amadores de sí mismos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, carentes de compasión, intemperantes (incapaces de dominar sus pasiones, pues como afirmaba la vicepresidenta Fernández de la Vega, "la promiscuidad adolescente es inevitable"), atrevidos y amadores de los deleites más que de Dios (es decir, hedonistas hasta la médula).

    "Cada generación tiene su propio desafío: el nuestro es la aniquilación sistemática de la familia bíblica" (D. Philips, presidente de Vision Forum)

    Desgraciadamente, incluso las familias que se declaran evangélicas en una nación de larga tradición cristiana como Estados Unidos se comportan como si quisieran promover ese objetivo. Según el último estudio sociológico de Barna Group, el 80% de estas familias envían a sus hijos a la escuela pública, donde el cristianismo es continuamente atacado y ridiculizado. Para cuando éstos alcanzan los 18 años, sólo el 9% sostienen valores morales absolutos y el 83% han abandonado la fe, cosa que sólo ocurre al 4% de las familias que educan en casa (homeschooling).


Educación para la Ciudadanía

El Real Decreto 1631/2006 establece los contenidos de esta materia en ESO, entre los cuales se cuentan la exposición de opiniones de forma razonada, el desarrollo de actitudes no violentas, derechos y deberes ciudadanos, las sociedades democráticas y sus instituciones, la riqueza y la pobreza en un mundo desigual y el papel de las organizaciones a favor de la paz.

Nadie pondría en cuestión unos contenidos semejantes. ¿Por qué, pues, se ha convertido la EpC en una asignatura tan polémica? Porque en ella se incluyen, además, los que la LOGSE denominaba "temas transversales", introducidos en la reforma educativa de 1991, tales como la educación ambiental, para la paz, educación del consumidor, para la igualdad de oportunidades entre los sexos, para la salud, sexual, cívica y moral.

En primer lugar, la asignatura era completamente innecesaria, puesto que los contenidos relativos a derechos humanos, constituciones, sistemas políticos y desigualdades en el mundo ya se impartían en la asignatura de Ciencias Sociales, tanto en Historia como en Geografía. La imposición de EpC parte, por tanto, de la más absoluta ignorancia de los gobernantes al respecto a lo que se trabaja en las aulas. A no ser, y esta hipótesis es aún peor, que se trate de una imposición de un determinado modelo ético e ideológico a golpe de reales decretos, base de un astuto proyecto de ingeniería social que extiende sus tentáculos no sólo por el sistema educativo sino por los medios de comunicación de masas y por toda la sociedad en general.

Lamentablemente, la EpC que se imparte en cada escuela va a depender del profesor encargado. Es de esperar que en los colegios privados se dé la asignatura de una forma que no atente contra el ideario del centro, especialmente si se trata de un colegio religioso. Se supone que en estos casos el libro de texto elegido no será, por ejemplo, de la editorial McGraw Hill, cuyo manual de EpC para 3º de ESO –que plantea que las llamadas "perversiones sexuales" en el fondo no sean más que "diferentes formas de conducta"– está recurrido ante los tribunales por una familia andaluza. Tampoco sería muy recomendable el material multimedia Sexpresan recomendado  por la propia web del Ministerio de Educación, donde se pone como ejemplo a seguir la iniciación sexual de una niña de 12 años en un campamento porque fue "placentera y segura" y ofrece un cuadro con una variada oferta de prácticas sexuales.

La mayoría de los libros de texto comienzan con una unidad sobre identidad y auto-estima, como si mejorar aún más el concepto de sí mismos fuera una necesidad acuciante para los jóvenes españoles. Suelen continuar con recomendaciones para "vivir la sexualidad" –recordemos que se dirigen a jóvenes de 14 y 15 años– y entran en el consabido tema de los "Nuevos modelos de familia" que han brotado cual setas en otoño, algunos de ellos definidos como "el final de las imposiciones sobre el amor" (Vicens-Vives, "Oikos").

Este mismo texto manipula sin el menor reparo la opinión de sus lectores adolescentes en el tema de la homosexualidad, advirtiéndoles primero que "si te encuentras entre las personas que rechazan estas conductas, recuerda que menospreciar a alguien y privarlo de sus derechos es injusto", mientras tacha cualquier opinión discordante de "exclusión y discriminación". A renglón seguido, leemos: "Reflexiona y debate: ¿Qué opinas? ¿Consideras la homosexualidad más bien como una opción sexual libre, una constitución biológica, una enfermedad, una degeneración moral o una orientación tan válida como la heterosexualidad?". ¡Hace sólo un párrafo que nos han enseñado qué es lo que tenemos que opinar! Con ayuda de un profesor un poco hábil y políticamente correcto, o incluso sin ella, ¡todos saben ya lo que deben contestar!

Las falsedades del feminismo más recalcitrante aparecen en cualquier parte de los textos disfrazados de igualdad y de victimismo histórico, sin poder ocultar su profundo desprecio por la maternidad y las funciones que tradicionalmente han pertenecido a las mujeres. El derecho a la vida se plantea como el más fundamental de los derechos humanos, sin que en varios libros de texto aparezca ni una alusión al holocausto silencioso del aborto.

El texto de Vicens Vives "Oikos" se cubre de gloria al cantar las alabanzas de las ONGs como el clímax del compromiso voluntario y la solidaridd y al callar, al mismo tiempo, cualquier mención al cristianismo, a las misiones o a los misioneros, tras dos mil años de trabajo verdaderamente humanitario en el Tercer Mundo. De hecho, la única vez que Dios aparece en el texto es en el poema "El Sur también existe", de Mario Benedetti, donde se asocia a la opresión de los pobres. Si fuéramos mal pensados, creeríamos que a alguien le interesa que, en la mente de los alumnos, Dios o bien no exista o tenga connotaciones negativas.

Educación no sexista y educación sexual: la ideología de género

La ideología de género afirma que el ser humano nace sexualmente neutro, que más tarde es "socializado" hasta convertirse en hombre o mujer y que este proceso afecta a la mujer de forma negativa e injusta. Su objetivo es, por tanto, "deconstruir" todos los modelos de conducta individual y social, incluidas las relaciones sexuales y familiares. La mujer es la clase "oprimida" porque debe soportar los embarazos y criar a los hijos, así que la única forma de eliminar esa "opresión" es eliminar la maternidad como función femenina.

Las mujeres "liberadas" del engaño masculino tratan de liberar a las demás, les guste o no, de sus deseos de familia y maternidad. No era fácil que un programa tan opuesto a los sentimientos naturales de la mayoría de las mujeres arraigase así por las buenas; por lo que el feminismo radical, como afirma la Dra. Dale O´Leary en su libro sobre la ideología de género, pusieron sus miras en las universidades, los organismos estatales y la ONU. La Conferencia de la Mujer de las Naciones Unidas (Pekín, 1995) impuso los revolucionarios cambios en la mayoría de los países, como podemos ver hoy.

Uno de ellos, la imposición de la palabra "género" en los últimos años, no es más que la negación de la existencia de "sexos", palabra que las feministas han dejado de utilizar. El sexo es una realidad biológica, mientras que el género se refiere a los roles o funciones que se asignan a uno u otro sexo. Según ellas, la naturaleza es neutra, y no se nace hombre o mujer. Al nacer, la sociedad nos asigna uno u otro sexo en función de nuestra configuración genital, y a partir de ese momento, a los niños se los educa en la masculinidad y a las niñas en la feminidad. Todo es un proceso social que hay que deconstruir para que todos, hombres y mujeres, seamos absolutamente idénticos, con preferencias sexuales indistintas y roles neutros.

Según Rebeca Cook, profesora de Derecho en la Universidad de Toronto y redactora del informe de Pekín, los géneros masculino y femenino sólo son construcciones sociales y deberían ser abolidos. "Los sexos ya no son dos sino cinco", y ya no debería hablarse de hombre y mujer, sino de mujeres homosexuales, mujeres heterosexuales, hombres homosexuales, hombres heterosexuales y bisexuales".

Las consecuencias de esta ideología enfermiza a la que le trae sin cuidado la propia biología las podemos comprobar a diario ante nuestros ojos:

  1. Se acabaría con el matrimonio como institución natural formada por varón y mujer, y se pondría en igualdad, con tendencia a ser sustituida, con el matrimonio basado en la "opción sexual".

  2. Se cambiaría la educación, pues ya no tiene ningún sentido preparar a las mujeres para ser madres si la maternidad se contempla como una esclavitud.

  3. Se acabaría con los valores que tradicionalmente han sido conservados por la mujer madre en el seno del hogar y con su función educadora de los hijos.

  4. Se silenciaría a todas las instituciones que promueven esos valores: el cristianismo, para empezar.

Esta ideología perversa, que en el fondo no es más que la negación de Génesis 1:27 ("Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó") es la base de toda la educación no sexista y sexual que se imparte en los institutos, normalmente desde las tutorías. La infiltración es tan sutil que los psicólogos que coordinan y organizan las tutorías ni siquiera son conscientes de estar transmitiendo una ideología concreta, sino que aceptan los principios del feminismo de género como verdades absolutas que no admiten discusión. Nuestros hijos los reciben bajo títulos tan brillantes como "Taller de igualdad y corresponsabilidad en las tareas domésticas", impartidos por personal de la Mancomunidad o Junta autonómica que no está acostumbrado a que nadie les lleve la contraria en sus sesiones de adoctrinamiento.     

Los talleres de educación afectivo-sexual –de los que nunca he logrado vislumbrar la parte afectiva– acaban siendo sesiones explicativas muy gráficas sobre los medios mecánicos de anticoncepción, que aunque desconocidas por los padres, no encontrarían la menor oposición. Los folletos que reciben los alumnos pueden causar un efecto devastador en la mente de niños de 14 y 15 años, con un lenguaje que presupone una vida sexual intensa y promiscua que, en muchos casos, ni se les había pasado por la cabeza.

Reflexiones finales

A lo largo de la Historia, todas aquellas sociedades donde los valores bíblicos han impregnado la mente, la cultura y hasta los sueños y planes de sus habitantes, han sido prósperas y han producido personalidades de una altura y riqueza valiosas para toda la Humanidad. Series televisivas como "La casa de la pradera" son un reflejo fiel y detallado de lo que debería ser una sociedad sana, con valores muy diferentes a los de nuestra desquiciada sociedad moderna, que se han ido perdiendo progresivamente –o quizá debiéramos decir "progresistamente"– hasta convertir la ausencia de valores, es decir, el relativismo en todos los ámbitos de la vida, en un valor en sí misma. En lugar de adoptar valores como la honestidad, la compasión y la protección de los débiles, la generosidad, el temor de Dios, el esfuerzo y la capacidad de sacrificio, la lealtad a la familia, la frugalidad y el contentamiento tan recomendados en el Nuevo Testamento, el respeto y el amor al prójimo y a todas las cosas creadas, la capacidad de dar gracias, etc., nuestra sociedad prefiere experimentar las memeces de la Sra. Aído, los absurdos de la ideología de género y la profunda maldad de los planteamientos ultra-feministas, pro-homosexuales y destructores de las bases de nuestra civilización. Puestos a buscar modelos, ¿preferimos exponer a nuestros hijos a la inocencia de Laura Ingalls o a la expresión de hastío de las promiscuas adolescentes de "Física o Química"?

Si al entrañable Charles Ingalls le hubieran informado de que iban a adoctrinar a sus hijas en lo que hoy se llama "respeto a la diversidad sexual" –cosa bastante improbable, pues la sociedad entera se hubiera rebelado–,  en ese mismo microsegundo las hubiera sacado de la escuela. La conocida parábola de la rana que se cuece poco a poco sin percatarse de ello cobra especial relevancia aquí. Imaginemos entonces que la ley insistiese: "No, Sr. Ingalls, sus hijas no son suyas, pertenecen al Estado y es obligatorio que las aleccionemos en nuestros postulados". Eso es lo que tenemos hoy: un verdadero atentado contra la libertad, el sentido común y el mandato bíblico de instruir a nuestros hijos en los caminos –cada vez más estrechos y menos transitados– del Señor.

En esa línea se manifestaba F. Savater en su artículo "Educadores Asociales": "Lo que algunos decididamente negamos es que los padres posean el monopolio de formar moralmente a sus vástagos" (El País, 03/03/2009). La perspectiva bíblica es radicalmente opuesta. Ya en el Antiguo Testamento, el Señor reprendió a los judíos porque sacrificaban a sus hijos [de Él] a dioses paganos como Moloc (Ez. 16:20,21). Nuestros hijos no son del Estado.

No es difícil que los padres creyentes nos sintamos derrotados e impotentes ante el bombardeo cotidiano de noticias como:

  1. Las declaraciones de la ministra de "Igualdad" y al parecer ahora también eminente científica Bibiana Aído afirmando que un feto de 12 semanas es un ser vivo no humano (¿quizá bovino o porcino? ¿quizá cercano a una coliflor? No terminó de aclararlo). Esta individua es la que decide lo que van a enseñar a nuestros hijos en clase de tutoría (temas de "igualdad").

  2. El Día del Orgullo Gay declarando como lema "Por una escuela sin armarios" y como objetivo de su programa ideológico las escuelas públicas.

  3. Las llamadas a la "reflexión" del ministro de Educación, Ángel Gabilondo, ante los recurrentes episodios de violaciones perpetradas por menores. ¿Qué valores se les inculcan a esos jóvenes? Pues los valores de la LOGSE, los de la EpC, los de la ideología de género y el feminismo radical –o feminazismo-, los valores que se implantaron en la escuela española más o menos cuando estos jóvenes estaban naciendo. ¿Quién tiene que reflexionar? ¿Y en qué consiste esa reflexión? Si construimos una balsa que se hunde, a lo mejor es que estamos haciendo algo mal. Miremos a quien sí ha sabido hacerlo, aprendamos y tomemos nota: eso es reflexionar. Reajustar la visión. Pero ¿cómo va a reflexionar quien no está dispuesto a admitir que pueda estar equivocado? Es como insistir en que el Titanic no se puede hundir, y seguir bailando aunque el agua nos llegue al cuello.

Como conclusión, los padres cristianos no luchamos sólo contra la letra de la ley, sino contra el espíritu de las políticas educativas: el currículo oculto que se transmite en los comentarios, gestos y actitudes de cada profesor, las charlas sobre "igualdad" o "educación sexual" que reciben nuestros hijos de personas ajenas a la escuela que echan a los tutores del aula para que los alumnos no se "cohíban", pero también contra el bombardeo ideológico continuo de la televisión que encendemos a veces de forma tan despreocupada e irresponsable, o cuando nosotros mismos olvidamos que ellos están siempre escuchando y observando nuestras conversaciones y maneras de conducirnos, aunque no lo parezca.

Las ideologías mundanas no provienen sólo de la escuela. Cometeríamos un error si bloqueásemos sólo esa fuente. Esto es una guerra. No se trata de diferencias de opinión o de preferencias en cuanto a una educación más o menos conservadora. Se trata de una guerra, y lo que está en juego son nuestros hijos. Alguien escribió que "nunca podrás lograr una posición más alta que cuando estás de rodillas". Efectivamente, las batallas más duras se ganan de rodillas. Quiera Dios, el Señor de los ejércitos, que nos dejemos la piel, el sudor y hasta la sangre, si hace falta, para ganar esta batalla. 

Esta charla de la profesora Raquel Berrocal se dio por primera vez en el encuentro de Tiempo de Hablar (www.tiempodehablar.org), celebrado en Madrid el 17 de octubre de 2009. Se reproduce con permiso.



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