Las consecuencias del pecado en la vida de un cristiano

Adrian Rogers

 

Adrian Rogers


12 de septiembre de 1931 - 15 de noviembre de 2005. Rogers nació en West Palm Beach, Florida.

Entró al ministerio cristiano a la edad de diecinueve años. Se graduó de la Universidad Stetson en DeLand, Florida y del Seminario Teológico Bautista de Nueva Orleans. Fue ordenado por la Iglesia Bautista de Northwood (más tarde conocida como The Village Baptist Church, que ahora opera como Family Church Village en West Palm Beach.

En 1972 llegó a ocupar cargos de relevancia en la Iglesia bautista de Bellevue en Memphis, donde permaneció hasta marzo de 2005. Durante este periodo el número de miembros de su iglesia creció de 9,000 a 29,000. Fue en tres ocasiones presidente de la Convención Bautista del Sur (1979-1980 y 1986-1988).

Publicó 18 libros y grabó programas de radio y televisión llamados El amor que vale (en inglés Love Worth finding). Estos programas se han emitido en inglés y español. La teología de Rogers resulta conservadora y evangélica. Creía en la inerrancia bíblica y en la eterna seguridad del creyente.

Rogers era un partidario inflexible del movimiento contra el aborto y (junto con otros bautistas del sur) apoyó un boicot a Disney debido a la promoción de la homosexualidad por parte de la compañía.

increase font sizedecrease font size

 Print Friendly and PDF

“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia. Por tu abundante compasión, borra mis rebeliones. Lávame más y más de mimaldad, y límpiame de mi pecado” Salmo 51:1, 2

En el Salmo 51, encontramos la historia del pecado del rey David. Él cometió un horrible, odioso y perjudicial pecado, a pesar de ser hijo de Dios. Yo espero encontrarme con David en el cielo. Él fue un hombre conforme al corazón de Dios a pesar de haber cometido un pecado tan abominable, terrible y despreciable. Lo que nosotros vemos es esto: Si un cristiano está atado al pecado, está atado al sufrimiento. No perderá su salvación, pero el sufrimiento viene tras el pecado como la noche viene tras el día.
Primero consideremos las consecuencias del pecado en la vida de un cristiano, y
luego pensemos sobre la limpieza del mismo. Recuerde que el Salmo 51 fue escrito por David después de haber vuelto su corazón a Dios. Él recuerda las consecuencias de su pecado y escribe su historia, un registro para que leamos y aprendamos. Usted puede buscar una Biblia y tenerla abierta en el Salmo 51 a medida que continuamos.


EL PECADO ENSUCIA EL ALMA

Aquí David está orando: “Oh Dios, lávame; Oh Dios, límpiame”. Pero él es un rey que viste túnicas reales, duerme en cama de seda, se baña en tina de mármol con jabón perfumado, pero aún así se siente mugriento, sucio. ¿Sabía que si usted es hijo de Dios y peca, se sentirá espiritualmente sucio? Y si no se siente sucio cuando peca, necesita preguntarse si ha llegado a ser salvo. Ningún cerdo ha dicho alguna vez: “Me siento afligido porque estoy sucio”. El hijo de Dios se da cuenta de que está sucio cuando peca.
Mucha gente tiene una forma de religión, pero nunca se ha limpiado. Ellos han sido almidonados y planchados, pero nunca han sido lavados. Tienen una suciedad que está presente todo el tiempo, al punto de que en realidad nunca se sienten sucios. Pero cuando un verdadero hijo de Dios peca, se siente sucio. Si usted es hijo de Dios y ha pecado, se ha sentido así. Quiero decirle esto: Si usted puede pecar sin sentirse sucio y mugriento espiritualmente, necesita preguntarse si alguna vez ha llegado a ser salvo; si realmente conoce al Señor.

EL PECADO DOMINA LA MENTE

En el versículo 3, David dice: “Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí”. Piense en la expresión: “Y mi pecado está siempre delante de mí”. Día y noche, noche y día, lo que David había hecho se había grabado de tal manera en su conciencia, retumbaba tanto en su espíritu que todo el tiempo estaba consciente de ello.
Una prueba para saber si usted es salvo no es ver si puede pecar, sino ver si puede pecar y simplemente ignorarlo, olvidarlo. Si usted es hijo de Dios, el Espíritu Santo no le permitirá ignorarlo ni olvidarlo. El Espíritu Santo pondrá su dedo en la llaga y hará presión. David dijo: “Mi pecado está siempre delante de mí”. El pecado cometido dominaba su mente. Eso no significa que conscientemente él estuviera pensando en el pecado todo el día. En su corazón y en su vida puede haber pecado. Es probable que usted esté intentando resolver un problema de matemáticas. Puede que en ese preciso momento no esté pensando en ese pecado, pero no significa que su pecado no esté siempre allí. Ahí está, ya sea en su mente consciente o quizás peor, en su mente subconsciente. Usted puede darle un empujón y quitarlo del frente de la puerta, pero él rondará la casa y entrará por una ventana. Se presentará en su subconsciente con un temperamento irritable, con desconcentración, insomnio, falta de gozo. Su pecado estará allí noche y día. Si usted sencillamente puede pecar y olvidarlo, necesita preguntarse: “¿En realidad he sido salvo?”.
Hay dos tipos de heridas que pueden llegar al alma humana, a la psiquis humana:
una es la culpa y otra la tristeza. La tristeza es una herida limpia; dele tiempo y sanará, pero la culpa es una herida sucia. Simplemente se infecta y sigue así sin detenerse hasta que sea limpiada.
Por eso David ora: “Oh Dios, mi alma se siente sucia, mi mente está dominada por lo que he hecho”.

EL PECADO DESHONRA AL SEÑOR

En el versículo 4, David le dice a Dios: “Contra ti, contra ti solo he pecado y he hecho lo malo ante tus ojos. Seas tú reconocido justo en tu palabra y tenido por puro en tu juicio”. Piense sobre la primera parte del versículo donde él dice: “Contra ti, contra ti solo he pecado”. Pero, ¿contra quién pecó David? Al pensar en eso, usted podría decir: “Al cometer adulterio David pecó contra su propio cuerpo. Obviamente también pecó contra su familia. Y no sólo pecó contra su cuerpo y contra su familia; pecó contra la nación de Israel”. Ninguno de estos pecados se menciona. Él vio el pecado como lo que realmente es, ¡una afrenta contra el Omnipotente Dios!
Como David amaba a Dios, su corazón estaba roto. Por eso dijo: “Contra ti, contra ti solo he pecado y he hecho lo malo ante tus ojos”. Cuando una persona quiere cometer adulterio, a veces planea una cita clandestina, algún encuentro confidencial en algún lugar oculto. Pero David cayó en la cuenta: “Mi Dios, me estabas mirando. Tus ojos vieron lo que hice. Oh Dios, Dios mío, Dios, el Dios que yo amo, Señor, he pecado contra ti. No sólo he quebrantado tu ley, sino que también he roto tu corazón”.
Un hombre no salvo a veces se siente mal por lo que el pecado le hace. Un hombre que es salvo se siente mal por lo que su pecado le hace a Dios. Esa es la diferencia. ¿Qué es lo que asusta a un esclavo cuando desobedece? El látigo. Pero cuando un hijo desobedece, es lastimado por el desagrado que le causa a su padre. Cuando usted ama a Dios, puede saber que es salvo cuando es el pecado, y no el castigo, lo que carga en su conciencia. David posiblemente pensó: “Mi pecado no sólo ha ensuciado mi alma, no sólo ha dominado mi mente, ¡ha deshonrado a mi Dios! Dios, he pecado contra ti”.

EL PECADO DEPRIME EL CORAZÓN

En el versículo 8 de este salmo, David habla sobre las consecuencias de su pecado: “Hazme oír gozo y alegría, y se regocijarán estos huesos que has quebrantado”. Está deprimido. No tiene alegría, no tiene gozo. ¡Parecía emocionante mientras lo hacía, mientras estaba cometiendo el pecado! Pero la Biblia dice:“Sabroso es al hombre el pan mal adquirido; pero cuando haya llenado su boca, se convertirá en cascajo” (Proverbios20:17). David había perdido su gozo. Mire el versículo 12: “Devuélveme el gozo de tu salvación…”.No dice: “Señor, restaura mi salvación”, porque la tenía. Pero había perdido el gozo de tenerla.
La persona más miserable sobre la tierra no es la que está perdida, sino la que es salva pero no tiene comunión con Dios. Sólo una cosa le puede quitar el gozo de su corazón; no son dos, ni tres, ni cuatro; es sólo una, y esa es el pecado. Y sólo un tipo de pecado: el suyo. Cuando alguien peca contra usted, ese es el pecado de esa persona. Su reacción a lo que le hicieron a usted puede quitarle el gozo. Si usted me golpeara en la cara, eso no podría quitarme la alegría de mi corazón. Podría lastimarme y quitarme la felicidad, pero no podría quitarme el gozo. Puede quitarle el gozo a usted, pero no a mí. Si yo reaccionara contra usted de manera incorrecta, eso sí que me quitaría el gozo.
A propósito, si usted quiere ver lo que yo soy o lo que cualquier otra persona es, no mire sus acciones, mire sus reacciones, pues estas muestran lo que ellos realmente son. El golpearme en la cara sencillamente le daría a usted una oportunidad de ver mi reacción. Si usted quiere ver de qué está llena una persona, sólo mire lo que sale de ella cuando es empujada. Si usted empuja a alguien y de esa persona brota el enojo, entonces esa persona está llena de enojo. Si usted empuja a alguien y lo que brota es Jesús, esa persona está llena de Jesús. Si usted quiere saber lo que yo soy realmente, obsérveme cuando alguien me quita el lugar en un estacionamiento o me cierra el paso
en la autopista. Al ver cómo reacciono, usted conocerá a la persona real que soy.
Lo que estoy diciendo es que el gozo debe ser constante, sin importar lo que cualquier otra persona haga. Pero usted dice: “Bien, espere un momento, yo no puedo estar contento todo el tiempo”. Estoy de acuerdo con usted, uno no puede estar contento todo el tiempo. Yo no estoy hablando de felicidad, estoy hablando de gozo. Hay una diferencia entre felicidad y gozo. La felicidad depende de lo que pasa. Por eso la llamamos felicidad. Si lo que a usted le sucede es bueno, usted estará feliz. Si lo que le sucede es malo, no estará feliz. A veces nos pasan cosas malas; no podemos esperar estar contentos todo el tiempo. Usted no querría estar contento todo el tiempo. Se enfermaría y se cansaría de estar contento todo el tiempo. Usted no tiene que estar siempre con una sonrisa en su rostro. Estar contento todo el tiempo sería como comer helado en cada comida. Jesús fue un hombre de dolores. Él lloró. No estuvo feliz todo el tiempo, pero
estaba lleno de gozo. Al enfrentar la cruz, habló con sus discípulos y les dijo: “Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea cumplido” (Juan 15:11).Enfrentaba el Calvario cruel pero hablaba de gozo. No es de extrañar que Pablo pudiera escribir desde una atroz prisión este mandato:“¡Regocijaos en el Señor siempre! Otra vez lo digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4). El gozo del Señor es constante, y es nuestra fortaleza. La felicidad es como un termómetro que registra las circunstancias. El gozo es como un termostato que controla las circunstancias.
Es maravilloso cuando usted puede experimentar, al mismo tiempo, la felicidad y el gozo. Esos son tiempos extraordinarios. Quizá usted esté pasando unas vacaciones maravillosas. Está con su familia, y se está divirtiendo mucho. Cuando usted está con otros cristianos que aman al Señor y oran unos por otros, el gozo del Señor está presente. Realmente, es maravilloso cuando la felicidad y el gozo vienen juntos. Cuando la felicidad se va, el gozo se vuelve lo más importante. Y a veces Dios le da gozo, no para quitar el dolor, sino para ayudarle a soportarlo. Y en medio del
insoportable dolor, puede haber un gozo sobrenatural. Barbara Johnson lo plantea de esta manera: “El dolor es inevitable, pero la miseria es opcional”.

EL PECADO ENFERMA EL CUERPO

El pecado, sin arrepentimiento, puede hacer que su cuerpo realmente se enferme. Vea de nuevo el versículo 8: “Hazme oír gozo y alegría, y se regocijarán estos huesos que has quebrantado”. Recuerde que esto es poesía. David no tiene una fractura, pero habla de huesos rotos. Está usando una figura literaria. Hoy nosotros hacemos lo mismo. Alguna vez usted ha dicho: “me aplastó”. Bien, ¿qué quiere decir? No significa que alguien lo puso en un compresor de basura, sino que fue estrujado, que se ejerció presión sobre usted. Y David está diciendo algo como: “Dios, me estás oprimiendo. Hazme oír gozo y alegría para que los huesos que has roto se puedan regocijar”.
A veces tenemos la idea de que si pecamos, Dios sencillamente nos va a expulsar. ¡Oh, no!, él no nos echa fuera, pero sí nos oprime con más fuerza. Dios estaba ejerciendo presión sobre David, y por eso David expresa esas palabras ante el Señor. Esa era una de las maneras como podía saber que era salvo. Dios no lo iba a dejar ir debido al pecado que había en su vida, sino que sencillamente lo apretó más fuerte.
¿Por cuánto tiempo puede alguien soportar esa presión en su vida sin que su cuerpo se afecte? En Proverbios 17:22, la Biblia dice: “El corazón alegre mejora la salud, pero un espíritu abatido seca los huesos” . Así como el gozo es medicinal, el abatimiento es venenoso. Vemos que David se encuentra bajo una terrible presión. Cuando una persona está bajo presión psicológica y espiritual, su cuerpo se puede ver afectado. A eso lo llamamos “enfermedad psicosomática”. Psicho quiere decir “mente”; soma “cuerpo”. La mente hace que el cuerpo se enferme, incluso por causa de cosas muy comunes.

¿Hay aspirinas?
    Permítame darle una ilustración. Una madre llama porque la cena está lista.
    Entonces papá y mamá junto con su hija y su hijo se sientan a tomar la deliciosa cena
    que la madre ha preparado. Todo está bien hasta que el hermano pregunta:
    -Papá, ¿puedo usar el carro esta noche?
    -No, no lo puedes usar hoy porque lo usaste anoche. Esta noche me toca a mí -dice la hermana.
    -Tú cállate. No estaba hablando contigo. Estaba hablando con papá -le dice el hermano a la hermana.
    -No uses la palabra cállate. Nosotros no hablamos así en nuestra casa -interviene el papá.
    -Pero ella comenzó -dice el hermano.
    -Miren chicos, ¡cierren la boca! -interviene, otra vez, el papá. Entonces, la madre también interviene:
    -Acabas de decir que no dijeran “cierra la boca”.
    -¡Tú, cierra la boca! -responde el papá.
    Y entonces el hermano, la hermana, el padre y la madre se envuelven en una discusión. La cena se enfría y al final sólo comen unos pocos bocados. Todos se levantan y se van de la mesa. Treinta minutos después uno de ellos pregunta:
    -¿Hay aspirinas?

¿Qué ha sucedido? Usted lo sabe muy bien. El cuerpo reacciona con el corazón, la mente y el espíritu. Leí un artículo donde se decía que los cambios bruscos de temperamento de una
madre pueden producir cólicos al bebé que está lactando. Somos una unidad. Estamos relacionados unos con otros. Cuando leemos otros salmos, parece como si David realmente estuviera físicamente enfermo. Yo creo que era resultado directo de su pecado.
En 1 Corintios 11:30, Pablo exhorta a los corintios por haber actuado irreverentemente en la Cena del Señor. Él dice: “Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y debilitados, y muchos duermen”. Se refería a que estaban muertos debido al pecado en su vida. El pecado enferma el cuerpo. El corazón alegre y el gozo del Señor son una medicina maravillosa. La Biblia dice: “…el gozo de Jehovah es vuestra fortaleza” (Nehemías 8:10). Cuando usted está feliz en Jesús, duerme mejor. Cuando está alegre, usted digiere su comida, sus jugos gástricos fluyen, sus glándulas funcionan cuando deben hacerlo, porque hay gozo en el Señor.

EL PECADO ESTROPEA EL ESPÍRITU

Ciertamente el pecado degenera el espíritu. David dice: “Crea en mí, oh Dios, un corazón puro y renueva un espíritu firme dentro de mí” (v. 10). El espíritu de David estaba amargado y estropeado. Le voy a hacer una confesión: Si yo tuviera que elegir un compañero para realizar
algún trabajo durante el día, preferiría estar con un pecador que no ha sido salvo que con un salvo sin comunión con Dios. Las personas salvas, que no tienen comunión con Dios, son irritables, abusivas y difíciles de tratar. Algunas de las personas más irritables que usted haya conocido en la vida son cristianos sin comunión espiritual. Tienen un espíritu amargado y nada les agrada.
Usted sabe, ningún plato en la mesa puede verse bien si usted sufre de indigestión.
A esas personas nada les agrada. Usted puede saber cuando una persona está volviendo a sus malos hábitos. En una iglesia, esas personas empiezan a tener un espíritu crítico. En toda iglesia hay suficientes personas y cosas para criticar. Si usted se enfoca en eso, simplemente mire a su alrededor. Cuando la gente está reincidiendo en pecado, deja de poner su mirada en el Señor y empieza a ponerla en los errores de aquellos por quienes Jesús murió. Y David, como usted verá, tenía un espíritu crítico. Su espíritu estaba contaminado.
Permítame ilustrar a qué me refiero:
Natán el profeta, que era como el pastor de David, vino a hacer un reclamo. Recuerde que David había cometido adulterio, y que con el fin de encubrirlo hizo que Urías el hitita, marido de Betsabé, fuera asesinado en batalla. Al saberlo Natán, fue ante el rey y le dijo algo así: “Rey, hay un asunto que usted debe juzgar. Es algo de lo que usted debe hacerse cargo. En el reino hay un hombre que tiene todo lo que su corazón pueda desear, casas, tierras, rebaños, hatos y una familia
grande. Él vivía al lado de un hombre que no tenía nada, excepto una querida corderita. Esta era como una de sus hijas, comía de su propia mesa”. Siguió diciendo: “Y rey, cuando el hombre rico tuvo un invitado en su casa, fue y tomó a la querida corderita del hombre pobre, la mató y la asó, y se la dio al forastero. Rey David, ¿qué cree usted que se le debe hacer a ese hombre?”.
David enfurecido, saltó de su trono y dijo: “El hombre que ha hecho eso pagará cuatro veces”. Entonces Natán le dijo: “¡Tú eres ese hombre!” (ver 2 Samuel12). Natán usó una parábola para mostrarle a David cómo se había amargado su espíritu. Observe lo rápido que David juzgó al otro hombre. Lo juzgó por haberse robado una corderita. Pero él se había robado una mujer. Él juzgó a alguien por matar un animal, pero él había matado a un ser humano. Con una viga en su propio ojo, quiso intentar sacar la paja del ojo de otra persona. El que recae en pecado siempre actúa de
esa manera. Siempre tiene un espíritu amargado y vil que encuentra fallas en todos los demás.
Hace unos años, escuché la historia de un hombre en cierta iglesia. Era una iglesia pequeña, y las iglesias pequeñas tienen sus propios guardianes. Son personas que creen que Dios las ha puesto y ungido para asegurarse de que todo vaya bien en su iglesia.

    Un hombre abrió la puerta de un armario de escobas y encontró cinco escobas nuevas. Entonces fue a buscar al tesorero de la iglesia y le preguntó:
    -¿Por qué hemos gastado tanto dinero en cinco escobas? No estamos alcanzando nuestro presupuesto, pero tenemos cinco escobas en ese armario. Como el tesorero no lo pudo calmar, terminó hablando con el pastor. El pastor le dijo:
    -Bien, hermano, yo no sé. Quizá había oferta de escobas. Quizá usamos muchas escobas, pero son sólo cinco escobas. No pierda la comunión por cinco escobas. Sin embargo, más tarde mientras el tesorero tomaba café con el pastor, el hombre le dijo al pastor:
    -Pastor, es fácil entender: ¿Cómo se sentiría usted si viera todo lo que le hubiera dado a la iglesia durante el último año invertido en cinco escobas?

Las personas que no están en comunión con Dios son rápidas para encontrar las fallas de los demás. Si usted quiere, siempre puede encontrar fallas porque sencillamente todos somos una sociedad de pecadores que al fin y al cabo nos dimos cuenta de eso y nos unimos para hacer algo al respecto.

EL PECADO DESTRUYE EL TESTIMONIO

Aquí tenemos a David, un hombre conforme al corazón de Dios que amaba a Dios, pero cometió un horrible pecado. El pecado no sólo degenera el espíritu, sino que destruye el testimonio. Esta es una de las peores cosas que pueden ocurrir en la vida de un hijo de Dios por causa del pecado. Observe el Salmo 51:14:“Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación, y con regocijo cantará mi lengua tu justicia”.
¿Sabe usted por qué la gente no canta en el servicio de alabanza? Porque no está llena del Espíritu. Simplemente está llena de pecado. No tiene nada para cantar. Han perdido su canción porque han perdido su testimonio.
Mire el versículo 15: “Señor, abre mis labios, y proclamará mi boca tu alabanza”. David no estaba alabando a Dios porque sus labios estaban sellados. Su pecado había destruido su testimonio y la alabanza se había secado. No estaba conduciendo almas a Cristo por lo que dice en los versículos 12, 13: “Devuélveme el gozo de tu salvación, y un espíritu generoso me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti”. ¿Puede ver lo que pasó? No había alabanza, no había canción, ningún alma ganada. ¿Por qué? Se lo diré: porque el pecado había destruido su testimonio.
A veces en la iglesia usted verá personas que apenas se sientan con sus brazos cruzados. Parece que dijeran: “Bendíceme si puedes”. ¿Y por qué no están alabando a Dios? ¿Por qué no están en comunión? ¿Por qué no están gozosos? ¿Por qué no pueden decir: “Gloria a Dios”? ¿Por qué no pueden alzar sus corazones a Jesús en alabanza? Porque algo anda mal por dentro.

Andrew Murray dijo: Hay dos clases de cristianos, los ganadores de almas y los reincidentes.
Manley Beasley decía: “Si usted está bien con Dios, tendrá que evitar reincidir en el pecado para ganar almas”.
¿Cuáles son las consecuencias del pecado en un cristiano?
Ensucia el alma, domina la mente, deshonra al Señor, deprime el corazón, enferma el cuerpo, degenera el espíritu y destruye el testimonio.
¿Puede pecar un cristiano? Sí, lo puede hacer. ¿Puede un cristiano pecar y no sufrir? No, recuerde que el hombre más miserable sobre la Tierra no es el que no es salvo, sino el hombre que es salvo y no tiene comunión con Dios.
_______________________________________________________________
Tomado del libro “Lo que cada cristiano debe conocer”
de Adrián Roger Cap IV

 



VISITE ESTAS SECCIONES

BALUARTE

El boletín de la iglesia con artículos, noticias, poesía y las actividades previstas es el período correspondiente. Su publicación es bimestral y se puede descargar

VERDAD VIVA

El suplemento bimestral evangelístico de Baluarte que aporta un mensaje de esperanza para aquellos que aún no han recibido a Cristo como Señor y Salvador.

MENSAJES DOMINICALES

La Palabra de Dios que cada domingo por la mañana se ofrece por diferentes predicadores desde el púlpito de la iglesia, aquí en formato de audio.